sábado, 21 de agosto de 2010

Vita brevis.

La vida no es más que un camino. Eso está más que claro, por supuesto. Un camino recto que empieza el día en que se nos concibe y termina desembocando en un camino mayor cuando vamos a morir. El camino de la memoria. Sin embargo este camino de nuestra vida no va a ser una recta idealizada, oh, por supuesto que no. Sería demasiado fácil, ¿no creéis? Total un gilipollas que se llama destino se encarga de amenizar nuestro caminito. Le pone curvas, intersecciones, encrucijadas y, cuando esto no le resulta suficiente, o se aburre más de la cuenta puede tirarnos una roca en el camino para obligarnos a sortearla. Las encrucijadas e intersecciones representan nuestra toma de decisiones, desplegando un árbol lleno de posibilidades y probabilidades que definirá nuestra vida y el futuro lejano y a la vez totalmente inmediato a la toma de dicha decisión. Por otro lado la piedra es un obstáculo que otros ponen en tu camino. O que aparece de forma súbita. También podría ser, no vamos a ser totalmente pesimistas y descartar semejante posibilidad. Total que hay una piedra en tu caminito. ¿Opciones? Bueno, podemos comenzar con la que sería la más sensata. Es decir la ves desde lejos. Desde tu seguridad y a medida que te acercas a ella sopesas por dónde podrías esquivarla mejor si por la derecha o por la izquierda, claro, aquí tienes más posibilidades. Tras sortearla sigues para adelante, en busca de otra encrucijada, o de otra piedra, y, a veces, en busca del camino del memorándum. Y luego tienes mi opción. Tú, que eres terco como una mula sacas un mazo pilón del bolsillo del pantalón y la emprendes contra la puta piedra que se interpone entre tú y el final de tu camino sin piedad, hasta que el mayor fragmento de ella que quede no sea mayor que una mota de polvo. Sí, obviamente te supone un tiempo muchísimo mayor que las otras opciones. Pero cuando has terminado no queda ningún rastro del problema y, si lo hay, es tan sumamente efímero que no merece la pena siquiera darle importancia. Así que con esto y unas lembas. Adelante, como los de Alicante, y sigue tu camino al memorándum post mortem.