jueves, 8 de diciembre de 2011

Humo y luces.

El sol se caía por el horizonte y las farolas se encendían al frío gélido de aquella noche en la que un joven salía a la calle envuelto en un abrigo cerrado hasta arriba. Se llevó la mano a la boca y sacó un cigarrillo. No uno normal. Uno de esos que dan risa, y que, como dijo El Fary, que te ponen bien. Caminaba deprisa, de mala hostia. Como no podía ser de otro modo. Acababa de tener una fuerte discusión con una amiga.
-¿Dónde vas con el frío que hace?
-A pensar a la calle
-¿A pensar o a fumar? No me gusta que fumes esa mierda ¿sabes? Creo que te estás enganchando.
-No soy un puto jonkie
-No he dicho tal cosa, es que últimamente te veo fumar demasiado
-Fumaré lo que crea conveniente ¿vale?
-Vale, vale, no digo nada pero… ¿Por qué?
-…
-¿No vas a contestarme?
-¿Serviría de algo?
-Prueba
-Es por ella… Otra vez, la obsesión la hierba y la botella. Todo por ella.
-¿Por ella? ¿Vuelves a la mala vida por ella?
-Eh, ¿cómo que mala? ¿En algún momento he pasado a joderme la vida? No tengo constancia de ello, nena. Pero sí, es por ella. Vuelvo a beber porque me olvido de pensar en ella, y lo hago teniéndola presente en todo momento. Es decir: Pienso en ella constantemente pero mi cabeza no es consciente, porque divaga en mundos paralelos en los que nuestros destinos se unen. Porque me lleva a un estado alterado de conciencia en el que no me duele que no pueda ser… al menos por ahora. En el que no me importa que tenga novio, porque no tengo prisa. Demasiada. 
-¿Y la droga qué?
-Esta mierda es más sana que los cubatas que te envenenan cada fin de semana. Documéntate para empezar. Y para seguir. Sí, adoro esta puta planta. Porque me hace no rallarme la cabeza, porque me lleva a un plano en el que sus ojos me alegran el día iluminando el cielo de tonos verdes. Verdes con reflejos negro azabache infinito que me hacen vagar a la deriva por el inmenso mar de dudas que me asaltan, y me guían en el camino para que llegue a mi destino: a ella. A pasar una jodida tarde con ella disfrutando cada segundo. Cada instante del tiempo que transcurre inevitablemente como una variable dimensional de los cojones que, lamentablemente, no puedo manipular. Y luego marcharme a mi puta casa fumándome un leño mientras el autobús comienza un trayecto sin fin por una carretera de esas tipo la Route 66 cruzando un puto desierto interminable sin nadie alrededor, y luego me quedo yo sólo con el conductor. No hay nada, vacío. Es en ese momento cuando él me dice que tengo que bajarme, que es la última parada. El final del trayecto. Y cuando salgo del autobús está ella. Enfrente, esperándome. Y entonces me despierto. Supongo que soy demasiado cobarde para averiguar el final…
-Eso…
-¿Eso, qué?
-Nada… No cojas frío ¿vale? Sólo espero que se dé cuenta de lo que podría vivir contigo…
-Gracias. Volveré en un par de horas; ¿has visto mi iPod?
-Está encima de tu cama, creo
-Gracias
[…]
Volveré en un rato.
Sus pasos le llevaban hacia ninguna parte, dando un paseo en círculos mientras bocanadas de humo caliente y vaho gélido surcaban su garganta haciendo que se resfriase pero todo aquello no importaba. No cambiaría su situación en ese instante. Ni por todo el oro del mundo…