martes, 23 de febrero de 2010

23.02.2010

Él era un chulo. Chulo con esa chulería que caracteriza a los jóvenes. Chulo con esa chulería al mismo tiempo humilde y mundana. No era un musculitos pero tampoco era un enclenque. Pelo corto, moreno, bien peinado y brillante. Le gustaba cuidarse y sentirse a gusto consigo mismo. Estaba apoyado en la pared. Con un pie contra ella, como si quisiera sujetarla para evitar que le cayese encima. Llevaba puestas sus gafas de sol de aviador. Patilla estrecha dorada y cristal en negro. Una camiseta negra, más o menos ceñida, con un eslogan provocativo a la par que llamativo. En su oreja un pendiente símbolo de rebeldía desde sus doce años. En su brazo un tatuaje asomaba bajo la manga de la camiseta. Vaqueros viejos algo caídos aunque no lo suficiente como para ofender a ninguna octogenaria. En su boca, un cigarrillo ardía. Consumiéndose como su vida minuto a minuto que la esperaba a ella. Inhaló el cancerígeno humo y mientras escuchaba las notas de aquella canción que tantas veces habían escuchado juntos se preguntaba qué pasaría. Por qué tardaba tanto. Nunca se retrasaba… exhalo el humo y mientras experimentaba el dulce y tibio mareo que le produjo la nicotina sintió vibrar su teléfono… un mensaje nuevo… de ella…
“Mira a tu derecha, tonto”. Giró rápidamente la cabeza tan rápido que casi se le disloca el cuello. Allí estaba ella. Radiante, como el sol de la tarde que quemaba la piel de los jóvenes en la playa. Llevaba un precioso vestido rojo de palabra de honor y un poco más corto de la rodilla que dejaba intuir sus perfectas piernas y estilizaba enormemente sus caderas con sandalias y un pequeño bolso a juego. Nunca en su vida la había visto tan guapa. El pelo liso de color castaño caía a su libre albedrío por la espalda y los hombros desprendiendo el olor de aquella fragancia que tanto le gustaba y tantas veces había olido abrazándola. Tan ensimismado quedó que el cigarrillo se le cayó de la boca. Ella se acercó, le besó y le cerró la boca con la mano. Mientras él seguía ensimismado observándola, ella se dirigió a la entrada de la sala. “Como no te des prisa empezará le película”.
Él corrió hasta su lado y la abrazó respondiendo “Y si no tienes las entradas no entiendo como pretendes entrar”. Ella le besó de nuevo y entregando las entradas se dirigieron a la sala en medio de un pasillo de gente que se les abría a los lados para dejarles pasar, como si fueran miembros de la corte…

domingo, 21 de febrero de 2010

GRACIAS.

Datos, muestras, números, cifras… sólo son representaciones de cosas vanales para las cuales necesitamos conocera fondo… porcentajes, medias, modas… todo ello es vanal y absurdo ya que al fin y al cabo no puedes medir lo que de verdad importa. No existe un porcentaje de felicidad, de alegria, de pena o tristeza, ni tampoco de libertad. Y mucho menos misible es lo que siento yo por ti.
Aquí estoy yo, sentado en un banco, degustando una cerveza y comiendo pipas como un pobre indigente que hubiera perdido todo en la vida a excepción de su conciencia y sentimientos… y eso es precisamente lo que me mantiene aquí, a pesar de que haga frío, y el viento aúlle entre las ramas desnudas de los arbustos que me rodean sigo aquí. Sentado y expectante… observando la luna y maravillándome de su belleza. Pensando que, quizás se asemeje un poco a tu sonrisa. Pero ese pensamiento es tan fugaz como un flashback. Ya que prácticamente al instante vuelve a mi cabeza tu imagen. Tu sonrisa. Y veo lo preciosa que es y pienso que ni la luna ni el sol pueden en ese momento alumbras más ni mejor. En ese preciso momento en que me llamas idiota y me sonries mientras me miras a los ojos y yo me quedo hipnotizado en el vacío infinito de tus pupilas.
¿Cómo iba a imaginar esta situación hace apenas un mes? Aunque como siempre me dijiste tú lo imposible sea sólo falta de imaginación, jamás hubiera imaginado acabar de esta forma y, realmente debería probar a imaginar cosas más a menudo… He llegado al punto de que tu presencia sea imprescindible en mi vida bien de un modo u otro. Y el acto de hablar contigo todos los días me resulta tan imprescindible como el respirar o el comer… Mantener esas conversaciones en las que o lo hablamos todo o no hablamos nada y nos dedicamos a fantasear y dejar volar nuestra imaginación caminando por los sueños… Pues para eso están los sueños ¿no? Para recorrerlos juntos explorándolos disfrutando de cada instante que el tiempo nos regale. Y yo, personalmente, haré cuanto esté en mi mano para tener todo el tiempo posible que pueda.
¿Sabes? En el fondo tienes algo especial, algo que me hace sentir indefenso y vulnerable, que hace que me flaqueen las fuerzas y me tiemblen las piernas cuando te miro… tienes algo que me hace sentirme como un niño, como un idiota otra vez. Consigues que me quede en blanco y no sepa exactamente qué decir, qué hacer en cada momento. Pero me encanta. Y no sé muy bien el por qué. Pero esa sensación me hace disfrutar, ser completamente feliz, alcanzar un estado que se halla cercano al nirvana y en el que solo desaparece para habitar este mundo únicamente tres personas: tú, yo y nosotros.
Me encanta cuando salimos todos juntos, y en la discoteca tu me llevas a un lugar un poco apartado de lo alocado del mundo, de sus risas, de sus llantos, del alcohol y del humo de los cigarrillos que tanto te molesta y que impregna el ambiente y me besas. Me encanta el tacto de tus labios, el olorde tu pelo que penetra por mis fosas nasales perforando mi tabique cual cocaína y me encanta también cómo me abrazas sumiéndome por completo en el olor de esa fragancia que exhalas por cada poro y que tan bien me hace sentir. Pero sobre todo me encanta cuando en medio de la obscuridad del local me sonríes y esa sonrisa lo ilumina todo. Como si el sol se hubiera colado en la sala y estuviera pidiendo una copa de algo frío en la barra.
Me encanta cómo me haces sentir. Cómo me cuidas y cómo buscas siempre lo mejor para mí. Te quiero por ser como eres. Por tu sonrisa, por tu carácte,r por cómo me tratas… por ser perfecta. Nunca busqué el amor. Pero veo que ha venido a buscarme el a mí el día en que te conocí. Aquel día en que te vi por primera vez paseando con tus amigas por la playa. Bajo un sol radiante que azotaba la piel abrasándola y haciéndonos desear beber algo refescante. Ibas preciosa. Como siempre. Rosa y blanco. Pantalones cortos. Con el primer vistazo supe que eras especial… y con el tiempo es justo lo que me has demostrado. Gracias por quererme. Gracias por cuidarme, gracias por hacerme sonreir todos los días. Gracias por llamarme idiota. Gracias por animarme cuando lo necesito y por apoyarme en los malos momentos. Gracias por todo, flaca. Gracias por existir.
Te Quiero.

martes, 2 de febrero de 2010

La sensacion

¿Alguna vez has tenido esa sensación de que no puedes concentrarte en nada, en absoluto? Esa sensación que, a veces, como una cancion taladra tu cráneo hasta alojarse muy adentro, tan adentro que no puedes ni tan siquiera sacarla de ahí, consiguiendo que, en un intento tras otro, vanamente inútiles, no eres capaz de pensar en otra cosa… Esa sensación que te producen la bendita ignorancia y la felicidad, llevando tu cuerpo a un estado cercano al nirvana, al sumo placer, a la calma en sí. Dicha sensación tiene un poder de abstración sobrenatural: consigue increíble y fortuitamente que te olvides de todo aquello que es ajeno a LA SENSACIÓN y a tu ser propio…

Dicha sensacion invade cada resquicio, cada oquedad, cada intersticio habido y por haber entre tus vagas neuronas que nada tienen más productivo que hacer que concentrarse en ella apartando temporalmente todo el resto. Esta sensación puede durar desde apenas unos segundos hasta incluso varias horas… depende de LA SENSACIÓN EN SÍ.
Durante la sensación nada importa mas que tres cosas, LA SENSACIÓN EN SÍ, TU SER EN TÍ y la relación de simbiosis que ambos guardais y que hace, de un modo casi magistral, demoníaco incluso que la ausencia del uno produzca la desaparicion del otro y viceversa. Así es LA SENSACIÓN. Penetra en mi ser inconfundiblemente, ingualablemente, sumiéndome en un trance ancestral que perdura cuanto ella quiere y que nada PODÍA igualar. Hasta ahora. Tu perfume se introduce en mis fosas inundando mi pituitaria empregnando de un embriagador aroma todo mi ser, sumiéndome en el mismo nirvana, en el mismo trance que LA SENSACIÓN, abstrayéndome de todo lo mundano que me rodea improductivamente… la duración de esta nueva sensación es quasi ilimitada, pues únicamente aquello capaz de abstraer a un cuerpo de sus obligaciones como tal puede en estos momentos devolverme a lo terrenal y privarme del edén de tu recuerdo…
Pensé que nunca llegaría a experimentar de nuevo esa SENSACIÓN, pero tu has conseguido que, nuevamente, igual que un recién nacido se maravilla del salir del sol, de las nubes, de los ríos fluyentes al morir al mar que es el vivir… que vuelva a disfrutar de la vida, del vivir, y de TU SENSACIÓN.