lunes, 28 de noviembre de 2011

Ojos. Verdes.

Bueno pues aquí estamos otra vez delante de un puto Word en blanco buscando inspirarme, y otra vez lo primero que me viene a la cabeza es verde. Verde cannabis. Verde cogollo. Cogollos resinosos y duros como puños con sus hojas bien podadas. Pero ese no será el tema de este texto. Eso me lo guardo para el proyecto de fin de grado o la tesis quizás qui lo sa? En fin que eso, como iba diciendo verde. Dos perfectos círculos verdes sobre un fondo blanco y con dos pequeños puntitos negros que refulgen como estrellas en el cielo de la puta noche tapando incluso la luz que el satélite artificial refleja del astro rey. Otra vez pensando en lo mismo. Supongo que es porque me encanta. Porque me alegra el día con las tonterías que escribe o que hace. Claro… de lo que me entero. Porque me arranca una sonrisa recordar la última conversación. O porque todo me vale. Porque me gusta acompañarla a casa y despedirnos mientras ella busca las llaves en la mochila para abrir esa puerta que me separa de la felicidad plena. Porque la ley de Murphy está presente siempre y no deja de querer reventarme el culo. Porque creo que otra vez vuelvo a tener ese puto virus que unos llaman amor y otros tantos no tienen ni puta idea de cómo hacerlo. Pero todos disfrutan de él. Porque hacía mucho tiempo que nadie ni nada me transportaba a ese estado de felicidad. Ni siquiera esos cogollos del principio… No es lo mismo. Regocijarme en mi propia soledad pensando que el momento en el que intercambiamos nuestros alientos fue el más feliz en mucho tiempo atrás… Demasiado, ya ni me acordaba de lo que era aquello. Revivir por dentro infectándome de ese, llamémoslo equívocamente, mal que recorre mis putas venas y arterias transportando su continuo pensamiento por todo mi ser debilitando mis defensas y permitiéndome bajar la guardia al veneno con el que me ha mordido y que tanto me gusta. Deleitarme con el perfume de su cabello al acariciarlo mientras nuestros órganos olfativos están en contacto por su mínima superficie y mis pupilas se pierden en el vacío infinito de sus iris que brillan empapados de alegría como si a un crío de 5 años le dieran una piruleta. Como los míos. Es justo en ese momento cuando ambos decimos lo que deseamos oír. Y lo que tenemos que compartir. Y volvemos a sonreír. Y a sincronizar latidos prestándonos el aire para respirar. No ha pasado ni una semana. Y quiero volver a caer enfermo. Joder. Si pudiera, enfermaría de ti todos los días del año. Beraz zu , engaina ezazu beste behin.