domingo, 20 de diciembre de 2009

Every breath you take...

Invierno. Restaurante elegante, en una calle céntrica, transitada continuamente por manadas de gente enfundada en abrigos bufandas y gorros bajo tantas capas que podría afirmarse que parecen cebollas. Afuera la nieve cae tras los cristales empañados por la calefacción que mantiene una temperatura tan sumamente agradable dentro del local. Chupiteles de hielo cuelgan de las repisas, frágiles, mortecinos, como el último hilo de vida de un enfermo de cáncer terminal... Y allí estan ellos dos. Sentados solos frente a una mesa de perfecta iluminacion amarillenta que casi le da un toque primaveral al clima. Hablando. Ella juguetea inocentemente con el adorno que está clavado en su postre. Él la mira embelesado y cuando terminan la cena la toma de la mano la acaricia y comienzan a hablar... Hablan de nada, y al mismo tiempo, hablan de todo. Se miran largo rato en silencio. Como si tuviesen telepatía y su conversación fuerse ininteligible para el resto de los mortales. Se miran y acto seguido se echan a reir... Se besan. Veo cómo él en un rápido pero a la vez decidido gesto se torna hacia el camarero y le pide la cuenta, volviendo aún más rápido si cabe la posibilidad a reencontrarse con sus ojos cristalinos de un color azul zafiro. [...]
Ya han pagado... y tras atender una llamada al teléfono móvil, él se ofrece amablemente a acompañarla a su casa. Se levanta y la ayuda aponerse su abrigo, coje su chaqueta y deja una pequeña propina en el restaurante. Les observo detenidamente mientras la nieve comienza a depositarse sobre los cabellos de ella... sobre los de él. Admiro su gesto de caballerosidad cuando toma y abre su paraguas para evitar que mas copos se alojen en su larga melena rubia dejando manchas blancas que a canas se asemejan... Les miro, veo como se besan fugazmente y empiezan a caminar... Y algo en mi interior recorre todo mi ser. Y es entonces cuando me veo a mí... sentado en el rincón más oscuro de este local. Degustando cena para uno con una botella de vino de la casa... Es entonces cuando veo que estoy solo. Que yo no tengo a nadie con quien compartir momentos como ésos... con quien disfrutar de las mas pequeñas cosas, con quien disfrutar con cada una de sus sonrisas y perderme en el agujero negro de sus pupilas. Alquien que me haga setir que mi cuerpo se funde lentamente con la materia que lo circunda y poco a poco mi mente solo se entra en una cosa... Ella. Alguien que me haga vivir. Alquien que me haga sentir vivo. Alguien como tú...

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