El frio de la calle congela mis
ventanas y baja la temperatura de mi cuarto mientras yo en camiseta doy un
respingo por el escalofrío que me deja la carne de gallina al sentirlo. La luz de un
fluorescente bastante viejo que a veces parpadea ilumina un escritorio donde
una estilográfica rocía un folio blanco, puro, casi angelical con pequeñas
motitas de vicio y tinta negra al recargarse por unas manos manchadas de lo mismo
que la manipulan cuidadosamente. Entonces la pluma comienza a deslizarse por el
papel y empieza a desplegar su magia, dibujando líneas que más o menos juntas
le dan profundidad a las curvas que dibujan una silueta. Delgada, con curvas no
muy pronunciadas, estilizadas con el resto del cuerpo pero abundantes. Una
melena. Está de espaldas, sentada abrazándose por encima de las rodillas con
los pies descalzos hacia un lado. Desnuda como dejan entrever los huecos en su
melena dando a entender que no lleva sostén. Es lo más natural que he visto en
toda mi vida, y a la vez artificial como si no formase parte de ella, de mi
vida, como si fuese de una galaxia aparte, de un mundo exterior, un ángel, por
enmascararlo un poco. Me mira mientras sujeta un cigarrillo entre los dedos y
me mira como sólo ella sabe con esas pupilas que tienen un efecto casi
hipnótico en mi subconsciente mientras sonríe y exhala el humo después.
Hablándome mientras yo dibujo su ser etéreo que poco a poco se desvanece cuando
suena el despertador y yo me cago en los putos madrugones que no me dejan disfrutarla
a gusto. Por suerte queda menos para sentirte cerca, real, fresca y cálida. Como
cuando me muerdes el labio de esa forma que sabes que me gusta… No sé si estoy
volviendo a soñar o ya me encuentro delirando… Pero estás volviendo a invadir
mi mente en este preciso instante…
No hay comentarios:
Publicar un comentario