martes, 20 de abril de 2010

Dosis de violencia.

Las piedras volaban, las bolas de goma silbaban el aire al pasar cerca de él. Agazapado, detras de un contenedor volcado se colocó el palestino que le cubría la cara y busco un nuevo proyectil. Respiró hondo y salió corriendo. debía llegar al coche como fuera. Vió como un cóctail molotov volaba por encima de él e impactaba en la furgoneta de la policía. De súbito vió como uno de ellos le apuntaba con la escopeta. Frenó en seco, tanto que se desequilibró y mientras veía como el suelo se acercaba a sus facies, armó el brazo y lanzó la piedra que llevaba consigo. Desde el suelo con un rasponazo en la sien, notando fluir la sangre se incorporó para ver como la piedra impactaba en el pecho del policía haciendo que el proyectil impactase en su pierna. Dolorido se consiguió poner en pie y mientras dos compañeros acudían a su rescate para llevarle detras del coche, pudo echar un vistazo a la campal batalla que se estaba desarrollando. Jóvenes lanzaban piedras y trozos metálicos con gomeros a las fuerzas de la autoridad, las cuales respondían con escudos antidisturbios y escopetas lanzapelotas. Se preguntó entonces si de verdad merecia la pena el riesgo, la adrenalina liberada, el morbo de la insurrección, el hecho de sublevarse al orden establecido y la autoridad, la posibilidad de dormir en comisaría o de sufrir una paliza... La respuesta le vino a la mente mientras recogía una nueva piedra del suelo del solar. Por supuesto que la merecía.

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